12 oct 2009

Una metáfora final “Y Dios preguntó al hombre…”

En la soledad de mi habitación, tratando de entender al mundo y a la humanidad, escuché una voz que me pregunto: D. ¿Quién eres? H. Soy un profesionista – Contesté D. Te he preguntado quien eres, no a que te dedicas H. Soy una persona casada D. Te he preguntado quien eres, no si estas casado H. Soy el padre de tres hijos D. Te he preguntado quien eres, no cuantos hijos tienes H. Soy cristiano D. Te he preguntado quien eres, no cual es tu religión H. soy una persona que va a la iglesia y que ayuda a los pobres y a los necesitados D. no te he preguntado como tranquilizas tu conciencia, sino quien eres, - y dijo ¿no tedas cuenta de que eres un ser humano, hijo del amor y heredero de la grandeza de Dios? Yo deseo comprender al hombre, pero hay cosas que me confunden; te pido que ahora tú me ayudes, contestando algunas de mis preguntas. Tal vez en tus propias respuestas puedas encontrar lo que buscas. - Asustado, le dije: Señor ¿Qué quieres de mí?, ¿Qué te puedo decir yo que tú no sepas? D. ¿Qué han hecho los seres humanos con ese don que refleja la divinidad, la máxima expresión de Dios, al que ustedes han llamado creatividad? H. Señor, hemos realizado grandes avances científicos y tecnológicos: Robots, computadoras, inteligencia artificial; hemos alcanzado otros planetas con nuestras máquinas espaciales; en fin hemos creado una tecnología que han hecho progresar al mundo. D. No lo dudo, ¿Por qué cámaras de gases y armas biológicas? ¿Por qué medios enajenantes que embrutecen a lo mejor de mi creación? H. Señor hemos hecho muchas cosas buenas, por ejemplo, en medicina. Los seres humanos vivimos mucho más tiempo que cuando tú nos creaste originalmente. La longevidad se ha incrementado en el mundo es más feliz por ello. Tal vez hasta alcancemos en el futuro la inmortalidad. D. Han avanzado en materia de longevidad, sí, pero explícame que han hecho con mi más grande obra maestra, el cuerpo humano. Lo han corrompido y ridiculizado y lo exhiben con morbo, como algo bajo. En él puse todo mi talento y ustedes se han encargado de degradarlo. Y a esa maravilla que es el cerebro, con su potencia infinita, lo han drogado con enervantes, convirtiendo a los seres humanos en despojos, transformando la inteligencia en imbecilidad. H. Pero, señor, todos los días buscamos nuestra propia perfección. D. ¿perfección?, ¿llaman perfección a la elaboración de drogas y a las técnicas quirúrgicas que abarcan con la vida humana? Veo tú aberrante tecnología destruir, en el vientre de una madre, una vida antes de nacer desgarrando cuerpos herederos de Dios y arrojándolos a la basura. Ustedes le llaman aborto, yo le llamo asesinato. ¿Es eso ejercer la libertad? ¿Acaso entiendes lo que ésta significa? H. Señor, hemos ido avanzando en la democracia. Bueno algunos países apenas se están emancipando de la esclavitud del comunismo, pero el mundo camina hacia la libertad. D. ¿A eso le llamas libertad? La libertad no es un sistema político en el que unos pocos explotan a otros, ni es para que cada quien, con el pretexto de ser libre, haga lo que se le pegue la gana. Hijo mió, entiende: libertad es sobre todo responsabilidad. H. ¿Responsabilidad ante quien? D. Ante ti mismo. H. ¿Por qué es importante la responsabilidad? D. Todo lo que yo te he entregado es para que fructifique, en ti se sintetiza toda la creación. Eres una autentica obra maestra, pues tu potencialidad es infinita. H. Entonces, ¿Por qué cometemos tantos errores? D. Te he dado la capacidad de equivocarte para que nunca dejes de aprender; te he dado la opción de incurrir en justicias para que, ofendido, te levantes y luches por un espíritu superior, forjando un mundo mejor. Te he dado la máxima manifestación de amor, que es tu capacidad de perdonar, en la medida en que perdones crecerás en el amor; además deseo que cumplas tu misión histórica. H. ¿Una misión? ¿Cuál es mi misión? D. Que trascendáis a tu tiempo, que enfrentes tú compromiso de vivir y tu compromiso de amar. No te he dado vida para que la desperdicies y vivas casualmente y en mediocridad. H. ¿Con que debo comprometerme? D. Con un valor superior que se llama fraternidad. Quiero que tú crezcas en el amor y que aprendas a dar y dar hasta que duela. H. ¿Dar hasta que duela?, no entiendo. D. Si solamente das lo que te sobra, jamás conocerás la generosidad. Da lo mejor de ti mismo, entonces sabrás lo que es el amor autentico. H. ¿A quien debo dar Señor? D. A ese niño abandonado que ahora deambula por las calles de tu ciudad, ese ser que necesita de alguien que lo ame, que necesita comer y que esta noche tal vez tenga que recurrir a la inhalación de cemento para olvidad su hambre y su falta de amor, y cuya única compañía sea, quizás, un perro vagabundo. Búscalo, descubre todo el ser potencial en él y ámalo, como si fuera tu hijo. H. Pero, Señor, yo tengo mis propio hijos. D. ¡BASTA! No acabas de entender que todos los seres humanos son hijos míos y, por tanto, hermanos entre si. Debes enfrentarte a ti mismo y a tu capacidad de amar: es el único camino a tu realización plena. H. ¿Cómo amar a todos, Señor? D. Sal, ¡AHORA!, al encuentro de ese hijo tuyo abandonado, de esa anciana en su soledad, de ese hombre sin trabajo, de aquel a cuyo corazón envilece el odio y el rencor, de esa jovencita que aborta, de ese campesino con las manos callosas, sin esperanzas y abandonado. Atrévete a amar, a darte plenamente, a trascender a tu tiempo. Cuando vuelvas a mí, quisiera ver tú esencia, que es el amor. ¿Te puedo pedir algo? H. Deseo con todo el corazón servirte. Dime, Señor. D. Hijo mío estoy decepcionado con todo lo que ha hecho el hombre. Esta noche quisiera tener tu compromiso de amor, de entrega, de lucha. ¿Quieres comprometerte a amar, para que yo, tu Dios, pueda volver a creer en ti? Autor: Lic. Miguel Ángel Cornejo y Rosado

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