La noche es el período del día en que cuerpo y mente se regeneran. Por eso, al sueño hay que dedicarle el tiempo necesario. Irritación, falta de concentración, de memoria e incluso depresión son algunas de las consecuencias de no hacerlo.
El cerebro no para nunca de trabajar. Ni siquiera mientras dormimos. De hecho, por la noche, la actividad cerebral se hace muy intensa. El sueño tiene dos fases; el rem, durante la cual se produce toda actividad alucinada, y la no rem. Dentro de ésta hay cuatro fases que van de menos a más profundidad de sueño. Al dormir pasamos progresivamente de la fase uno a la cuatro, para luego volver a la dos e ir a la fase rem en ciclos de sueño que duran entre 90 y 120 minutos. Estos ciclos se van repitiendo durante toda la noche, pero a medida que avanza el tiempo se alarga la fase rem y se acorta el sueño profundo. Por eso, es menos probable que nos despertemos en una fase tres o cuatro. De hacerlo, es cuando tenemos la sensación de estar tan profundamente dormidos que reaccionar con rapidez se nos antoja imposible.
No se conoce con exactitud científica qué pasa mientras dormimos, pero sí sabemos que cada fase del sueño está relacionada con un mecanismo de recuperación. Así, durante las fases tres y cuatro se produce la restauración física, y la rem se ocupa de la función cognitiva (procesos de aprendizaje, memoria y concentración). Es decir, durante esta fase consolidamos lo aprendido durante el día. De ahí que frases populares como lección dormida, lección aprendida o consultarlo con la almohada cobren más significado. "Sabemos que las funciones del sueño son importantísimas para nuestro organismo. ¿Por qué? Porque pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo.
Cada persona es un mundo con unas necesidades distintas. Por eso, es vital conocer tu cuerpo y tus necesidades para entender qué necesita y con cuántas horas tienes suficiente para recuperarte, pero, el mínimo se sitúa entre cinco o seis horas diarias. Fuera de ahí se empiezan a sufrir trastornos. Por eso es tan importante detectar el problema a tiempo y poner soluciones.
Las consecuencias de dormir poco y mal son instantáneas. Una persona que duerme mal el lunes, se encontrará mal el martes, así de sencillo. Es decir, una persona que duerma poco de lunes a viernes no recuperará la falta de sueño el fin de semana. El sueño perdido no se recupera, o como máximo sólo en un 20-30 por ciento. Evidentemente, no es lo mismo si hablamos de dormir mal durante un par de días que de dos semanas.
Las principales dificultades para mantener una vigilia de calidad, las parasomnias, donde se englobarían trastornos como el sonambulismo o los terrores nocturnos, y el insomnio. Aproximadamente un 30 por ciento de la población española sufre insomnio. De este porcentaje, un 10 por ciento es de tipo crónico y el resto, transitorio. Segarra explica que es lo más importante es entender que el insomnio es siempre un síntoma. Entre los motivos que pueden provocarlo están las enfermedades psiquiátricas, como depresiones importantes, problemas de ansiedad generalizada, trastornos obsesivos compulsivos, etc.
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