El simple hecho de que la ley antirracista exista, es más, la sola conciencia de su existencia en la gente (y por lo tanto en los periodistas), obliga a la gente a redefinir los límites de lo correcto o incorrecto en su práctica social y discurso cotidiano, cuando de relacionarse con el otro, y aludirlo, se trata.

Tenemos entonces que con la ley, y por la fuerza, entra en la cultura los deseables valores de la modernidad (igualdad, respecto al otro, a la diversidad). Esta visión escandalizará seguramente a quienes dicen casi de memoria que “por decreto no se educa”. Y es verdad, pero es una verdad a medias. Pues cuando se piensa en la dimensión simbólica de la norma legal, resulta que “el decreto”, “la fuerza”, si educa. Es, pues, lo que suele llamarse “el carácter persuasivo de la ley”. ¿Un ejemplo? El modo en que ya empiezan a regular su discurso “racial” ciertos comentaristas mediáticos: “ahora, con esta ley, no me siento libre de decir lo que quiero”.
Buena cita pero ¿no creen que por lo menos por gentileza deberían nombrar a la fuente y al autor de donde sacan este extracto de un artículo más largo?
ResponderEliminarAfectuosos saludos, en todo caso.
R.